10 jun 2015

Game 3: ¿Corazón o cabeza?


Es así: me tengo que poner en modo filosófico. No me queda otra. Los tres primeros partidos de las Finales de NBA han estado plagados de situaciones impensadas, de jugadores tomando roles inesperados y de tendencias que no deberían suceder si se aplica el sentido común. 

Cleveland Cavaliers venció a Golden State Warriors por 96-91, tomó ventaja de 2-1 en la serie y está a dos triunfos de obtener el título, cortando así el maleficio de la ciudad de Cleveland, que no ve a un equipo profesional campeón desde el año 1964 . Hasta ahí, todo está claro. Comprender como llegamos hasta este punto es una tarea mucho más difícil.

Siempre opiné que la forma en la que se juegan los Playoffs de la NBA es la más eficiente. Por lo menos de esta manera, con series al mejor de siete, se logra que el mejor equipo sea el victorioso. Sin embargo, como todo en la vida, este sistema no es infalible. El caso más reciente en el cual el conjunto -hablo desde la opinión mayoritaria, obviamente- favorito perdió ocurrió en 2011, cuando Dallas Mavericks derrotó a Miami Heat por 4-2.

Antes del inicio de estas Finales, los Warriors eran amplios favoritos. Después de Game 1, más todavía. ¿Cómo explicamos entonces que los Cavs lo hayan podido dar vuelta desde un punto de vista lógico? Acá va mi intento:

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De la Bahía de San Francisco pasamos al Noreste de Ohio. Del Oracle Arena, al Quicken Loans Arena. Los fanáticos de Cleveland no se resguardaron y le pusieron el mismo clima al Game 3 que los hinchas de Golden State le habían puesto a los dos encuentros previos. Desde el arranque, la defensa local se plantó en la pintura, permitiendo que los Warriors pasen la pelota en el perímetro pero sin la posibilidad de penetrar hacia el canasto.

Justamente, del otro costado de la cancha, James optó por atacar con furia, en vez de conformarse con tiros externos, como lo había hecho anteriormente. La impronta de LeBron contagió a la gente y a sus compañeros, que tomaron la delantera rápidamente y jamás la volverían a ceder:


Harrison Barnes, alero visitante, falló varias veces en su intento por contener a James, por lo que Steve Kerr decidió traer a Andre Iguodala -lejos, el que mejor ha defendido al número 23 de los Cavs- antes de lo que su rotación normal indicaría. Los problemas no eran únicamente de Barnes: después de iniciar su noche encestando un triple, Curry se frustró ante la defensa de Matthew Dellavedova, quien ya lo había ofuscado durante todos los segundos en los que lo defendió en Game 2.

Otra vez, los ingresos de Iguodala, Shaun Livingston y Festus Ezeli sirvieron para calmar las aguas y achicar la diferencia en el marcador. Un parcial que incluyó 7 puntos del primero, 2 asistencias y 4 tantos el segundo y 2 tapas + 4 unidades del tercero alcanzó para igualar el partido en 26, a principios del segundo cuarto.

El banco de suplentes de Cleveland también tuvo su momento. Contestando lo hecho por sus rivales, J.R.Smith y James Jones entraron con la mano caliente y ambos colaboraron para que su equipo retome la delantera, aunque la clave de la primera mitad estuvo en otro aspecto del juego.

Medir el impacto que una estrategia defensiva, al menos desde el punto de vista estadístico, es una tarea riesgosa. En ofensiva, la lectura parecería ser mucho más fácil, aunque tampoco sea siempre cierta: mientras la pelota entre, todo bárbaro. Ahora, cuando se erra se complica la cosa.

Que el plan de David Blatt y su grupo de asistentes ha funcionado es casi una obviedad. Cleveland ha anulado a una de las ofensivas más potentes de los últimos años, de eso no hay dudas. Sin embargo, hay otros factores a tener en cuenta. No tengo videos para ilustrar mi afirmación, pero si vuelven a ver el partido verán que una gran cantidad de los tiros que tomaron Curry, Barnes y Klay Thompson fueron malas decisiones. Malísimas.

Dobles largos, triples a la carrera, lanzamientos yendo hacia atrás. De eso consistió el ataque de los Warriors en la primera mitad. Lo más interesante, de cara al futuro, es que esta tendencia sí viene dándose desde el primer cotejo. Sacando la lesión de Kyrie Irving de la cuestión: con cada partido que pasa, más molestos lucen los jugadores de Golden State.

Mientras tanto, los Cavs hacen todo lo humanamente -salvo LBJ, que no es de este planeta- posible por exprimir cada punto, por obtener cada rebote y por conseguir cada pelota dividida. Sino, miren como Mike Miller, de 35 años y con dos cirugías en su espalda, deja el pellejo por su equipo:


Luego de un triple de Jones -cortesía de una brillante asistencia de LeBron-, los locales se iban al descanso liderando por 44-37. El tercer cuarto sería una verdadera fiesta para la fanaticada dentro del Quicken Loans Arena. Su franquicia sacó una ventaja de 20 puntos, la máxima en esta serie, gracias a una explosión de James. El nacido en Akron llevaba 13 puntos en el inicio del tercer período; sobre el cierre del mismo, duplicó ese número.

De la misma forma en la que ocurrió en Game 2, la falta de recambio le peso a los Cavs. Bueno, eso y el hecho de que por fin Steph Curry se acordó de como poner la pelota entre un aro. El MVP de la liga se desató en el último cuarto, anotando 17 de sus 27 puntos en los últimos 12 minutos de juego. 

Antes de la ráfaga de Steph vinieron los inesperados ingresos de Leandro Barbosa y David Lee. Kerr -DT de los visitantes- optó por confiar en dos de sus hombres más veteranos, acostumbrados a mirar el juego desde la banca (en especial Lee) y ambos respondieron con creces. En el caso de Lee, suplió de manera excelente a Draymond Green, quien continúa su mal momento, algo que sin dudas debe preocupar a cualquier hincha de Golden State.

Números de Green en las Finales: 8-30 de campo (1-8 en triples, aspecto vital de su juego para el funcionamiento del ataque de Kerr), 8 asistencias contra 6 pérdidas y -15 en el diferencial. Lo tengo que volver a repetir: la estrategia de Blatt se basa en dejar que él (también sucede lo mismo con Bogut, Lee, Ezeli o cualquier pivot que le ponga la cortina a Curry, pasa que la mayor cantidad de veces ese alguien es Green) maniobre un 4 contra 3 y, por ahora, Green ha fallado rotundamente.

Los Warriors lograron achicar la diferencia a la mínima (80-81, a falta de 2:45 por jugar) y poner la presión del lado contrario, aunque en el momento más caliente apareció el hombre que todos esperábamos. No, no LeBron James. Matthew Dellavedova. El base metió un doble y falta para sacar ventaja de cuatro, pero no se quedó ahí. Nooooooo, para nada:


Dellavedova se cansó de tirarse al piso, poniendo su cuerpo a merced de los dioses con tal de agarrar el balón. El australiano terminó con 20 puntos, 5 rebotes, 4 asistencias y el mejor diferencial del partido (+13). Una vez finalizado el encuentro, el pobre de Delly ni pudo hablar con la prensa, pues sufrió síntomas de calambres "extremos" y debió ser trasladado a un hospital. Un guerrero.

La mencionada ráfaga de Curry -tres triples en un minuto- no fue suficiente. LeBron volvió a sacar otra victoria de la galera, con un esfuerzo increíble por su parte y con la ayuda de un australiano, que verdaderamente no figuraba en los planes de nadie cuando comenzó la temporada. 

El cuarto encuentro de estas Finales se jugará el jueves y los Warriors tendrán que cambiar su actitud si quieren empatar la serie. Este grupo de Cleveland ha demostrado que no se rinde ante ninguna situación adversa y, guiados por el mejor jugador del mundo, creen que son capaces de ganarle a cualquiera.





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